¿Cómo cuidamos
los lugares que amamos explorar?
Una conversacion con Analí Bustos, referente latinoamericana de restauración y conservación de biodiversidad.
ESCRITO POR BACKGROUND & ANALI BUSTOS

En un contexto de crisis climática y pérdida de biodiversidad, decidimos acercarnos a quienes trabajan para cuidar y regenerar los espacios que habitamos. En esta conversación, la argentina Analí Bustos, ecóloga y cofundadora de la Fundación Monte Alegre
Fundación Monte Alegre, nos invita a pensar la restauración no solo como una acción ambiental, sino también como un proceso profundamente humano. El camino de Analí hacia la naturaleza comenzó desde muy chica, cuando su mamá le enseñaba a observar lo más simple: flores, hojas, bichitos, aves volando. Ese hábito de mirar abrió una puerta al asombro que nunca dejó de crecer.
Hoy, Analí se define como una mujer exploradora de la vida, y tiene la suerte (y desafío) de que ese también sea su trabajo. Su misión: Regenerar y proteger a la Naturaleza, ayudando a las personas a recordar que ellas también son la Naturaleza que restauran.
¿Qué creés que te impulsó a mirar el entorno no solo como un lugar para disfrutar, sino como un espacio a recuperar?Sin lugar a dudas lo que me inició fue mi formación científica. Me especializo en Ecología y Conservación y cuando empezás a trabajar con datos, ves que la crisis climática está generando daños incalculables.Si observás con un poco de atención, empezás a percibir los ecosistemas dañados: falta ruido, faltan colores, falta variedad, falta belleza. Esas faltas son la expresión de la policrisis que atravesamos actualmente, donde no solo hay procesos climáticos enormes en marcha, sino que estamos perdiendo biodiversidad y procesos ecológicos, que de múltiples maneras afectan nuestra calidad de vida.
¿Cómo ves tu camino hoy? ¿Sentís que estás construyendo algo nuevo o recuperando lo que siempre estuvo ahí?Mi camino viene siendo un invento no lineal del cual estoy muy orgullosa, porque no sigo estrictamente ninguna receta para mi carrera. Trato de acercarme y ‘olfatear’ cuando algo me genera interés desde lo más auténtico de mí: proyectos, personas, espacios, cursos, formaciones. Y desde ahí voy viendo si siento que puedo o no integrarlo a lo que estoy construyendo.

Lo más rico de todo lo que hago es el trabajo con otras personas. Parece casi obvio, pero no habría forma de que disfrute tanto mi día a día, lo que sale bien, lo que sale mal, si no tuviera a un montón de personas que están tirando para el mismo lado.
¿Cómo vivís hoy esos paisajes que estás intentando regenerar?
Es difícil separarse al 100% cuando algo 'te constituye'. Como mi trabajo se conecta tanto con mi propósito de vida y con las cosas que más disfruto hacer todos los días, siempre está todo un poco mezclado. En general, creo que una buena estrategia es reservar momentos de desconexión con la tecnología y tratar de estar presente cuando estoy de paseo. A veces, la sola belleza de los paisajes es tanta que te apaga el cerebro en un segundo. Además de disfrutar de la Naturaleza, desde hace un tiempo tengo un compromiso con mi cuerpo de darle sol, movimiento y respiración consciente todos los días. Eso abre un abanico de posibilidades sobre las actividades que puedo realizar y combinar para cumplirlo, y sumado a la curiosidad siempre encuentro algo nuevo para probar.
¿Qué desafíos encontraste como mujer al trabajar en un campo históricamente masculino?
Hay una sensación de saber que hay un lugar que no fue armado para vos y que tenes que justificar tu presencia de alguna forma, y eso va aumentando (en todos los ámbitos no sólo en el mío), a medida que aumenta el rango de importancia de los cargos ocupados. Existe como una desautorización tácita que no es personal, sino que es estructural. El otro desafío grande, es el efecto de la falta de referentes. Si hablas con un niñx y le preguntas qué quiere ser cuando sea grande, probablemente te nombre algún oficio tradicional, o te nombre los oficios de las personas que conoce: su padre, madre, tíos, amigos. El hecho de que aún seamos pocas mujeres en la ciencia y en el trabajo con la Tierra hace que sea más difícil que las niñas y jóvenes se proyecten en estos espacios, que sepan que ellas sí pueden estar ahí en el futuro desarrollándose como profesionales y humanas. Espero que poco a poco todo eso cambie profundamente.
¿Creés que tu mirada aporta algo distinto a la forma en que se aborda la restauración hoy?
Siento que estoy construyendo a medida que avanzo y soy muy influenciada por otras personas que me inspiran en sus caminos. Digo esto porque, si bien no estoy segura de estar creando algo totalmente nuevo, sí identifico qué es lo que quiero potenciar en la regeneración y conservación, y es el aspecto social de la cuestión.
Los humanos estamos accionando y habitando el planeta en su totalidad, por lo tanto hasta que no podamos trabajar más sobre los patrones de comportamiento, nuestros disparadores, motivaciones y formas de habitar, no vamos a alcanzar resultados potentes. En mi rol como cofundadora de la Fundación Monte Alegre
Fundación Monte Alegre, trato de impulsar que la restauración del bosque suceda al mismo tiempo que la restauración social, porque una sin la otra carece de sentido y pierden fuerza a lo largo del tiempo.
¿Qué pasa cuando nos pensamos más como especie que como “seres humanos” desvinculados del entorno?
Ese cambio de foco en mi caso fue un gran despertar y tiene efecto en mi manera de ver la vida, en mi cosmovisión. El entendernos como una especie animal más, nos da información sobre lo que necesitamos y por qué.

Nos ayuda a entender nuestros comportamientos y necesidades, tanto internas como del entorno. Y como dije anteriormente, nos sitúa en un lugar más humilde respecto al resto de formas de vida maravillosas con las que compartimos casa.
¿Cómo lográs mantener vivo ese impulso inicial cuando el proceso de restaurar es lento y muchas veces frustrante?
Creo que por curiosidad pero también gracias a mi trabajo, inicié hace tiempo un camino espiritual y de autoconocimiento muy profundo. Empecé a leer y conectarme con otro tipo de conocimientos, personas y experiencias que me abrieron nuevas ‘ventanas’ interiores.
Así fui entendiendo de a poco que yo ya tenía en mi vida a la mejor maestra: la Naturaleza. Enseña sobre los ciclos, los tiempos, las polaridades, los ritmos, los equilibrios, la vida, la muerte y la transformación.
"El entendernos como una
especie animal más, nos da información sobre
lo que necesitamos y por qué"

Cuando restauramos ecosistemas tenemos que tener una enorme humildad, principalmente porque los tiempos de la Naturaleza exceden a las vidas humanas y también porque hay mucho que no sabemos, es un proceso de aprendizaje constante que realmente no va a terminar nunca. Y si bien eso puede verse como una desventaja (como dice el dicho ‘nadie descansa a la sombra del árbol que plantó’), es maravilloso pensar que el trabajo y propósito propio aporta a una cadena infinita de vidas que hace a la historia de la especie humana protegiendo nuestra casa. Para poder llegar a este entendimiento, para pensar mi trabajo como pequeño pero necesario, tengo y tendré que trabajar mucho en mi ego, en mis expectativas, mis ansiedades, en mis concepciones sobre lo que es el éxito.
Es inimaginable lo transformador que resulta comenzar a conectarse con la Tierra.
¿Qué rol ocupa hoy tu trabajo como restauradora para canalizar esa conexión con el entorno?
Hoy me encuentro en distintos espacios, estoy en la academia, en el tercer sector, en el sector privado, me resulta muy nutritivo poder ver a la regeneración desde distintas ‘lentes’. Y en general, si bien ocupo distintas responsabilidades, siento que mi lugar está en crear conexiones entre esos mundos, ’traducir’ lenguajes entre ellos para crear uno común, de entendimiento y construcción. Espero que mi accionar siga creando conocimiento, estructuras, proyectos y mecanismos que inviten a más personas, desde distintas posiciones y roles, a trabajar por la salud de nuestro planeta. La situación climática actual requiere que se inicien y desarrollen muchas transiciones complejas e interrelacionadas, y para eso necesitamos un equipo con el mayor número de jugadores posible.
¿Qué te gustaría transmitir como mensaje a quienes leen este artículo?
Tenemos que ser conscientes de que nuestro maravilloso planeta Tierra puede sostener nuestras vidas humanas por la presencia de innúmeras formas de vida que lo habitan. Es la actividad de millones de especies las que generan los balances que hacen que tengamos un planeta habitable, respirable, disfrutable. Y no existe una sola actividad económica que no dependa directa o indirectamente de los recursos naturales y de la integridad del ambiente que nos rodea. Dicho esto, lo más inteligente, expansivo y altruista que podemos hacer por la vida que existe y por la que vendrá, es cuidar la salud de la Naturaleza. Si ella está sana y fuerte, nosotros también. En definitiva, somos lo mismo.
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