Esta organización
está redefiniendo la
conservación marina
en Argentina.

19 OCTUBRE, 2025
Entrevista a Martina Sasso, cofundadora y directora de Por el Mar.
ESCRITO POR BACKGROUND
FOTOGRAFÍA CORTESIA DE POR EL MAR (1), CRISTIAN LAGGER (2), MARIANO BERTINAT (3), ADAM MOORE (4) AILIN PEIRONE (5)
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Martina Sasso lidera Por el Mar, una organización argentina nacida en 2022 con un propósito claro: proteger el océano mezclando ciencia aplicada, herramientas legales, arraigo comunitario y comunicación creativa. Antes, el equipo impulsó el programa marino de Rewilding Argentina y participó en hitos como la creación de áreas marinas protegidas nacionales y la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego.

Hoy, su foco está en Patagonia —Tierra del Fuego, Santa Cruz y Río Negro— con proyectos que buscan resultados concretos en línea con su lema: impulsar el cambio restaurando y protegiendo el océano.

¿Cómo nació Por el Mar y por qué decidieron enfocarse en los territorios donde casi nadie estaba mirando?

Venimos de cinco años trabajando en conservación marina dentro de Rewilding Argentina, donde creamos el primer programa marino de la fundación. Logramos cosas enormes, como las primeras áreas marinas protegidas en aguas nacionales (Yaganes y Namuncurá–Burdwood) y la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego. Pero vimos que, más allá de esos avances, faltaba una organización dedicada exclusivamente al mar. Más del 45% del territorio argentino es océano, y casi todo el trabajo de conservación estaba enfocado en tierra. Así que en 2022 dimos el salto. Nos fuimos 11 personas y fundamos Por el Mar con la idea de complementar, no duplicar: mientras la mayoría de las organizaciones trabajaban en Chubut, nosotros elegimos empezar por Tierra del Fuego, Santa Cruz y Río Negro, donde el vacío era enorme.

¿Cuál fue el primer gran hito de la organización?

Sin duda, la creación del Parque Provincial Península Mitre, el área protegida más grande del país, con casi 7.000 km² de mar y tierra. Fue un proyecto que nos marcó porque nos obligó a mirar el mar con otros ojos: ahí descubrimos la magnitud de los bosques de macroalgas, el equivalente submarino a los bosques terrestres.
Gracias al trabajo junto a la Universidad de Stanford y MASCEL, mapeamos su distribución y descubrimos algo impactante: Argentina alberga casi el 30% del ecosistema global de kelp. Si logramos proteger ese ecosistema acá, contribuimos de forma real a la meta 30×30. Hoy ya protegimos alrededor del 66% de los bosques de macroalgas del país, y el objetivo es llegar al 90% para 2027.

¿Cómo llegaron de los bosques de kelp a los tiburones?

Investigando los bosques vimos algo inquietante: faltaban los tiburones. Después de meses de trabajo concluimos que en la Patagonia se perdió cerca del 80% de sus poblaciones. Así nació Guardianes del Mar, un proyecto para proteger y restaurar cinco especies clave. Para eso sumamos a TAG A Giant, un programa de la Universidad de Stanford que lidera el marcaje satelital de tiburones blancos en todo el mundo. Vinieron a la Argentina y hoy estamos levantando datos únicos sobre sus movimientos. A esto lo llamamos fast science: ciencia rigurosa y bien financiada, hecha con los mejores, pero en tiempos que permitan actuar antes de que sea tarde.

¿Por qué decidieron crear una granja de kelp?

Porque entendimos que proteger sin ofrecer alternativas económicas no alcanza. La política necesita opciones que generen valor local. Por eso diseñamos el primer modelo de siembra de alga nativa (Macrocystis pyrifera) del país.

Montamos una granja y hatchery en San Julián, donde cultivamos kelp que crece hasta 30 cm por día. Buscamos demostrar que se puede producir sin destruir, usando las algas para generar bioestimulantes naturales y alimento para ganado. En paralelo, impulsamos leyes que prohíban la extracción directa de algas, lo que llamamos “deforestación submarina”. Es una forma de unir conservación, desarrollo y soberanía productiva.

¿Qué buscan con el “Corredor de los Cinco Grandes”?

Es una iniciativa de conservación en la costa de Río Negro, entre San Antonio Oeste y Viedma, que busca proteger el hábitat de orcas, ballenas francas, delfines nariz de botella, lobos marinos y tiburones.

Adaptamos la lógica de los “Big Five” terrestres al océano. Hoy el proyecto está en fase de expedición científica, pero apunta a generar las herramientas de gestión necesarias para cuidar esas especies en el largo plazo.

¿Cómo se conectan con otras organizaciones en el mundo?

A partir de la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego creamos GSFR (Global Salmon Farming Resistance), una red global que hoy reúne a 19 países y más de 110 organizaciones que luchan por sacar las jaulas del mar. También colaboramos con universidades, ONGs y centros de investigación internacionales. Pero nuestra regla es clara: no repetimos lo que otros ya hacen, y no tratamos de ser expertos donde ya hay expertos. Nos asociamos con los que saben más y sumamos desde donde podemos acelerar resultados.

¿Cómo logran avanzar tan rápido con proyectos tan grandes?

Por el Mar funciona como un laboratorio con una receta simple pero exigente: ciencia aplicada, con barcos y equipos propios en el mar; herramientas legales, porque la conservación permanente llega con leyes; community stewardship, es decir, arraigo: trabajar con gente que vive en las costas; comunicación y activismo, para inspirar y mover a la sociedad. Cada proyecto se diseña a cuatro años, con objetivos claros y medibles. Si la meta requiere más tiempo, abrimos un nuevo ciclo. Pero lo importante es mantener el ritmo: no esperar diez años para hacer lo que puede hacerse en cuatro.

¿Cómo se financian y cómo logran mantener independencia?

Nuestros proyectos se financian a través de filántropos internacionales, pero siempre partimos de una idea interna, no de un pedido externo. Primero detectamos una necesidad ambiental y diseñamos un plan de acción, y después salimos a buscar a quienes quieran sumarse. No trabajamos “a medida del donante”, sino que ofrecemos una cartera de proyectos con resultados medibles. A veces los donantes nos acompañan, otras no, y está bien. Lo importante es mantener transparencia, comunicación y foco en el impacto.

¿Cómo llegan al público general y logran conectar con la gente?

Tenemos un equipo interno de comunicación que piensa en experiencias, no en campañas. Por ejemplo, creamos un domo inmersivo que recrea la sensación de estar bajo un bosque de kelp y lo llevamos por pueblos de la Patagonia junto a Andreani.

"Queremos dejar una huella cultural, demostrar que la conservación puede ser sinónimo de desarrollo, trabajo e innovación."

También impulsamos un planetario que une el cielo y el mar, una obra de teatro infantil, y hasta talleres que mezclan yoga, cerveza artesanal y dibujo de algas. Todo vale si ayuda a generar vínculo. La idea es simple: cuando la gente se enamora de un lugar, lo defiende. Y cuando la sociedad lo defiende, la política escucha.

En una reciente
entrevista que hicimos con el referente de comunicación de Patagonia, Gin Ando, él mencionó la importancia que tiene salir afuera, conocer y disfrutar la naturaleza, para amarla y luego poder protegerla. ¿Cómo se vive internamente esa intersección entre disfrutar y cuidar el mar?

Para nosotros no es un concepto, es la vida diaria. El equipo vive frente al mar. Navegamos, hacemos kayakadas, expediciones, monitoreos. No hay forma de cuidar lo que no se ama, y no hay amor posible si no hay contacto. Ese equilibrio entre disfrute y responsabilidad es lo que sostiene la cultura de Por el Mar.
¿Cómo imaginan el futuro de la organización?

Queremos profundizar, no multiplicar. Consolidar lo que tenemos, escalar lo que funciona y ser un catalizador para que otras organizaciones locales crezcan. Si lo hacemos bien, en cinco años tendremos nuevos desafíos, pero también un ecosistema más fuerte en toda la Patagonia. También queremos dejar una huella cultural: demostrar que la conservación puede ser sinónimo de desarrollo, trabajo e innovación.

¿Qué mensaje te gustaría dejar a quienes llegaron hasta el final de esta entrevista?

Ser valientes. Probar, fallar, ajustar y volver a intentar. El planeta cambió, y la conservación también tiene que cambiar. La única manera de cuidar el mar es animarse a hacerlo distinto. Esa es, en el fondo, la esencia de Por el Mar.

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